La bursitis de codo es una dolencia más frecuente de lo que pensamos en los perros. Sobre todo en los que tienen tamaño mediano o grande y pelaje corto. No es mas que una inflamación de la bolsa en la que se encuentra el líquido sinovial de ciertas articulaciones. En concreto, de las que tienen un hueco entre los huesos que unen. Es en él en el que se encuentra esta bolsa, que envuelve a las articulaciones. Casi todas las articulaciones del cuerpo de humanos y animales son de este tipo, como la rodilla o el codo. Y es en esta última en la que con más frecuencia se suele dar la bursitis de codo en los perros.
La aparición de una bursitis en el codo de la pata de un perro de manera espontánea es bastante rara. Normalmente aparecerá tras un golpe fuerte en la zona. O bien tras un golpe ligero pero que se da el animal de manera continua. Cuando se produce, es bastante evidente que al animal le pasa algo. La articulación se empieza a inflamar y el animal tiene problemas para caminar y moverla. Además, comienza a tener dolores.
Lógicamente, cuanto antes se detecte, menos gravedad alcanzará. Para ello conviene explorar con cierta frecuencia las patas del perro y, ante cualquier bulto extraño en sus articulaciones, acudir a un veterinario. Este examinará al animal y le prescribirá el tratamiento más adecuado.
Este tratamiento será distinto en función de diversas variables. Entre ellas, del estado de la bursitis, así como de la presencia o no de ciertas complicaciones. Por ejemplo, de una infección asociada. Por lo general, bastará con poner un vendaje en la extremidad afectada. También puede aconsejar el uso de una órtesis de codo para reducirla.
En los casos en los que haya infección, se tratará además con antibióticos. Si está avanzada, es posible que haya que drenarla, para lo que se empleará una aguja fina. Y si se trata de una bursitis grave, será necesario realizar una intervención quirúrgica para reducirla.
Para prevenir en la medida de lo posible la aparición de la bursitis, hay que evitar los golpes repetitivos. Contra los bruscos y fuertes poco se puede hacer, pero al menos se pueden intentar los otros. Por ejemplo, los que se puede dar cuando se tumba en el suelo. Para evitarlos, se puede colocar una superficie blanda donde el perro acostumbra a echarse.
Evidentemente, si se hace de manera repentina, el perro lo rechazará. Sobre todo si es adulto y no está acostumbrado. Por lo tanto, cuanto antes se empiece a acostumbrarle a dormir sobre un cojín de los que se utilizan como camas para perros, mejor. A ser posible, debe comenzarse cuando el perro es aún un cachorro. Así será más sencillo. Si no lo acepta, se puede probar colocando una alfombra suave donde acostumbre a echarse.
También es aconsejable evitar, en la medida de lo posible, que el perro se eche sobre el asfalto. También sobre la tierra si no hay hierba o césped sobre ella, puesto que al ser dura y presentar una superficie irregular, puede hacerle daño en los codos y desembocar en bursitis.
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