Este es el relato y la historia de Reyes Tejera, orgullosa cuidadora de Marcelino y clienta de
Ortocanis, tal cual la recibimos y en memoria de este precioso carlino;
«Hola buenas tardes. Aquí os escribo unas líneas de cómo os conocimos:
Era la tarde de Halloween cuando llevé a Marcelino al veterinario porque su ojo derecho tenía de pronto muy mal aspecto. Dos meses después de luchar por salvarle el globo ocular y dos operaciones más tarde, se decide extirpar con mucha decepción por tanto esfuerzo en vano; sin embargo tener un sólo ojo no era lo peor que nos iba a dejar el 2014: Marce había empezado a cojear. Al principio lo achacamos a algún golpe o caída pero cuando parecía que mejoraba comenzó a cojear más. Un TAC era la única solución. El resultado fueron dos hernias de disco y un quiste suprarrenal que impedían el envío de información de su cerebro a su patuca izquierda. Las opciones eran varias cirujías con muy pocas garantías o intentarlo a través de la fisioterapia. La decisión conjunta fue no intervenir y rápidamente empezamos con las sesiones de fisio. En casa también trabajábamos a diario pero necesitábamos algo que pudiera sostenerle para que no se arrastrase tanto. La discapacidad ya era notable pero echábamos de menos los paseos fuera de nuestro jardín.
Así fue como llegué a vosotros. «
Silla de ruedas para perros«. Eso es lo que puse en
Google. Apareció vuestra página, ojeé los productos y os mandé un email. A los minutos recibí vuestra llamada y dos días después ya teníamos la sillita en casa. La monté todo lo rápido que pude porque la emoción era enorme. Marce me miraba como si supiera que esos tubos encerraban algo especial. Cuando se lo puse, lo primero que hizo fue echar una carrerita y se volvió a mirarme perplejo. Acababan de pasar dos meses desde que cumpliera 7 añucos. Era abril y la primavera se nos presentaba a ritmo de trote. En esos principios la silla le servía para ejercitar el movimiento de sus patas y además mantenía su cuerpo despegado del suelo. A pesar de los ejercicios, los aparatos de
fisioterapia y la medicación había perdido casi toda la movilidad pero con vuestra silla podíamos dar paseos, correr y jugar. Marcelino aprendió a tomar curvas, a ir marcha atrás, a subir algún escalón… Volvió a sentirse perro. O mejor dicho ‘perropersona’ como siempre le definíamos. Finalmente con la pérdida del control de esfínteres derivada de la falta de impulsos nerviosos, llegaron las infecciones de orina prácticamente encadenadas y el 2 de julio de este año emprendió su viaje al arcoiris. Fue un proceso largo y doloroso, especialmente duro en su final pero siempre me quedará haberle visto corretear hasta el último día con su sillita de Ortocanis. Ésta es a grandes rasgos su historia. No pretendo que la publiquéis. Utilizad los datos que queráis. No había vuelto a hablar de todo esto y por eso me ha salido tan largo. Gracias de Marce y mías.»
-Desde Ortocanis: Gracias a ti Reyes por escribirnos.