La artrosis canina es una enfermedad muy frecuente en los perros. Aparece como resultado de la evolución inevitable de una articulación que envejece o se hace cada vez más frágil debido a un traumatismo o a una malformación. Se trata de una afección muy dolorosa que debe ser tratada de inmediato. Puede afectar a todas las articulaciones del cuerpo, tanto a las que encontramos en las extremidades anteriores y posteriores, como las que forman la columna vertebral. En el caso de los perros senior, lo más común es que este trastorno afecte a varias articulaciones a la vez.
La superficie articular esta cubierta por un tejido llamado cartílago, que desempeña un papel muy similar a los amortiguadores que encontramos en los automóviles. Además, impide que el hueso subyacente se deteriore debido al frotamiento repetido al que se ve sometido por el continuo movimiento. La artrosis se caracteriza por una destrucción progresiva de este cartílago y por una proliferación ósea anormal en el borde de las superficies articulares conocido como osteofito, también llamados ‘picos de loro’ cuando están ubicados en la columna vertebral. Las articulaciones afectadas pierden elasticidad, provocan dolor e impiden que el animal se mueva con normalidad.
Evolución del deterioro
Por regla general, esta dolencia afecta, en primer lugar, a las articulaciones altas de los miembros: caderas y rodillas, hombros y codos. Los síntomas son más o menos importantes en función del número de articulaciones afectadas. Sin embargo, existe un signo inequívoco que nos hace intuir que el animal está afectado. La cojera suele manifestarse cuando el perro se levanta y se pone en marcha después de permanecer durante mucho tiempo inmóvil.
El dolor incita al animal a evitar el apoyo sobre el miembro afectado y, al verse impedido, deja de correr, y por supuesto, de saltar. Conforme va evolucionando, el dolor aumenta. Al efectuar determinados movimientos, el perro emite pequeños gemidos, incluso es posible que el animal se muestre irascible y tienda a presentar agresividad cuando intentamos manipular la articulación afectada.
En los casos más avanzados, es posible que la articulación quede bloqueada parcialmente, con lo que resulte imposible realizar determinados movimientos. Llegados a este punto, el animal duda a la hora de utilizar la extremidad enferma. Además, esta falta de actividad conlleva un deterioro importante de la musculatura que rodea a la articulación. Como consecuencia, la zona enferma empieza a atrofiarse, con lo que cada vez se complica más su utilización.
Dos tipos fundamentales
Por regla general distinguimos dos tipos de artrosis: la primaria y la secundaria. El primer tipo suele afectar a los animales de edad avanzada y aparece debido al envejecimiento normal que sufren las articulaciones debido al paso del tiempo. De hecho, se trata de un desgaste progresivo e inevitable de los cartílagos articulares. Habitualmente, esta clase de artrosis afecta a diferentes puntos al mismo tiempo.
En lo que respecta a la artrosis canina secundaria, aparece como consecuencia de un factor desencadenante, que hace que la articulación afectada deje de funcionar con normalidad. Por ejemplo, este tipo de artrosis puede aparecer con motivo de un traumatismo -un esguince, una fractura, etc.- o debido a una malformación de nacimiento, como puede ser la displasia de cadera.
Otra causa muy común que provoca la aparición de artrosis secundaria es la obesidad. Si no controlas la alimentación tu amigo puede llegar a tener un peso muy por encima de la media que encontramos en la raza. Las articulaciones no están hechas para sostener una sobrecarga de kilos tan importante, con lo que se deterioran con facilidad. Al contrario de lo que ocurre con la artrosis primaria, la secundaria puede afectar a animales de todas las edades y, por norma general, suele afectar exclusivamente a una articulación.
Emitir un diagnóstico
El diagnóstico de esta enfermedad puede basarse en tres factores: los antecedentes patológicos del animal, el examen de la marcha y la manipulación. A la hora de estudiar el historial, el veterinario deberá tener en cuenta antiguas fracturas articulares, lesiones que el animal haya sufrido hace tiempo, así como posibles esguinces. Al observar la marcha se fijará en si el perro cojea, aunque sea sólo muy levemente y de forma incipiente, ya que la cojera es un síntoma inequívoco de la enfermedad. Finalmente, al manipular la zona afectada es muy posible que el animal de muestras de dolor.
Con frecuencia, la región en la que se encuentra la articulación enferma suele estar algo deformada debido a los osteofitos y a la atrofia muscular que provoca la ausencia de actividad física. Muchas veces se detecta un chasquido característico cuando la movemos. A través del estudio radiológico, el especialista en salud animal podrá determinar la gravedad de la artrosis e instaurar el tratamiento más adecuado. De entre los tratamientos posibles destaca la aparición de soportes especializados para algunas extremidades que pueden combatir de una manera eficaz el deterioro de la calidad de vida del animal. La utilización de estos soportes es efectiva y ha demostrado en paises como los EUA ser tratamientos tan innovadores como exitosos, no obstante deberá consultarse su utilización con el veterinario o fisioterapeuta animal.
Equipo Ortocanis